jueves, 29 de septiembre de 2011

Investigar en Inteligencia en España: un nuevo y feliz avance. Inteligencia económica, contraespionaje e industria del vidrio en la Edad Media



Il prudente silentio di quelle cose che nelli consili nostri segretti si tratano e un vero tesoro
(Samuelle Romanin, Storia documentata di Venezia, Venecia, 1912-1931, vol. VI, p. 121)


Será el próximo lunes. A las 11.30, con rigor académico, cuatro expertos, cuatro maestros y colegas, respetados y congregados para la ocasión traspasarán la puerta de la sala. Junto a ellos, tendré el privilegio de formar parte de un tribunal compuesto por cinco doctores. A continuación, hechas las presentaciones e iniciada la formalidad del acto, el presidente tomará las riendas de un acto que marca un punto de inflexión en la vida universitaria: la sanción de un reconocimiento público, el de la madurez científica que se acreditará tras la defensa del resultado de años de trabajo continuo, sistemático y dirigido. Un reconocimiento que, bajo el título de “doctor” otorga el placet a la entrada en la “Academia”, el espacio de los que enseñan (docent), los doctos, aunque, en realidad, éstos (o sea, nosotros) jamás dejemos de aprender. Entrar por esa puerta, más que el final es un principio, más que un privilegio es un reto y una responsabilidad por mantener actualizados conocimientos, metodologías y modos de enseñar mientras se investiga. En definitiva, comprometerse con el estudio sistemático que produce un conocimiento de calidad.

Al mismo tiempo, desde horas antes, el candidato habrá de afrontar solo o en compañía de sus más allegados el momento de la verdad. Sin embargo, cuando el presidente le llame y sea hora de encaminarse hacia su puesto, él y sólo él, habrá de enfrentarse tanto en fondo como en forma (protocolo y ceremonial) a un acto eminentemente simbólico y determinante en la vida académica de una persona que decide continuar estudios superiores de tercer ciclo: la defensa de su tesis doctoral. A un lado estará su director de tesis, necesario apoyo durante los años de trabajo que verá también culminado su magisterio en la persona de su doctorando.

Cuando el presidente del tribunal, junto a los cuatro miembros que habremos de juzgar el trabajo presentado por el candidato conceda la palabra al doctorando, asistiremos a una escena contemplada y disfrutada muchas veces antes, pero llena de ilusión, trascendencia y responsabilidad como la primera.

Me llegará el turno y le diré a Eduardo Juárez que estoy muy contento de formar parte del tribunal que juzga su tesis doctoral. No sólo por razones estrictamente científicas sino también personales. Hace ya muchos años que le conozco y el próximo lunes asistiré al fin de un ciclo y el comienzo de otro: el fin de su investigación doctoral y el comienzo de una etapa marcada por más investigación y más esfuerzo dentro de la Universidad, eso sí, con una diferencia sustancial: el licenciado en Filosofía y Letras (Geografía e Historia) habrá alcanzado, si así lo estima pertinente el tribunal, el grado de doctor. Quedará determinar con qué calificación. Espero y deseo que, naturalmente, sea la más alta. Lo haré con el recuerdo de muchas conversaciones y éxitos suyos contemplados y compartidos. Como la puesta en marcha en 2006 de un proyecto tan ilusionante como es el Centro de Investigación de la Guerra Civil, situado en Valsaín, Segovia. En el transcurso de sus ciclos de conferencias y actividades he tenido el privilegio y el placer de compartir varios años consecutivos algunas ideas y reflexiones sobre el papel de los servicios de inteligencia durante la Guerra Civil Española, en el magnífico entorno de la Granja de San Ildefonso, disfrutando de la hospitalidad, buen hacer y rigor científico en su ciudad.

 En mi caso, además, se añadirá una satisfacción complementaria: haber asistido al inicio de sus primeros pasos en la investigación en historia de la inteligencia en un lejano 2004, cuando formó parte de la primera promoción de alumnos del curso de experto en Servicios de Inteligencia del Instituto Universitario Gutiérrez Mellado. Desde entonces se ha avanzado mucho en España en materia de cultura de inteligencia. Aquellos casi cien alumnos pueden considerarse pioneros, interesados en un mundo que hasta hacía muy poco seguía deambulando por el terreno del estereotipo, del modelo literario o cinematográfico, del mito y el equívoco, del secreto y sus vicios. Hoy, siete años después, con tres ediciones de nuestro Máster, diez números de Inteligencia y Seguridad: Revista de Análisis y Prospectiva, el tercer congreso internacional (2012) en marcha y un relevante inventario de cosas hechas en materia de inteligencia, se puede decir que en esta casi década ya de proyecto de cultura y estudios en inteligencia se pueden evaluar y analizar resultados relevantes.

Resalto también el caso de Eduardo por una circunstancia que no debe pasar desapercibida. Se convierte en ejemplo claro de antiguo alumno convertido ya en experto, incorporado al grupo de especialistas, de la comunidad académica en inteligencia en España, desde una perspectiva histórica (como es su caso). Pero no sólo.

Los alumnos de todos estos años, en tantos cursos, seminarios y ocasiones que han tenido de revalidar su formación en las diferentes ramas y dimensiones de la inteligencia como disciplina científica, configuran esa comunidad académica de expertos en inteligencia, lo que la doctrina denomina “reservas de inteligencia”.

Eduardo ahora, como lo fueron antes Andrea, Rubén o Julia y lo serán Juan Ramón, Najwa y Marcela, culmina su esfuerzo académico de varios años hasta ver terminada y defendida su tesis doctoral.  Lo pude apreciar porque he tenido el privilegio de formar parte de los tribunales que han juzgado sus tesis doctorales. Un ejemplo, en suma, para todos aquellos que decidan acometer, a su vez, un empeño similar y contribuyan al avance científico de los múltiples aspectos y dimensiones bajo los que puede y debe ser contemplada la inteligencia: desde la Historia hasta las Ciencias de la Documentación, desde el Derecho hasta las Ciencias Económicas y Empresariales.



Eduardo ha titulado su tesis: Gremios, asociacionismo y contrainteligencia en la Edad Media: nacimiento de los servicios de inteligencia y protección de la información industrial. Y se ha centrado en un tema ciertamente atractivo: ¿hasta qué punto los secretos de la fabricación del vidrio en la Venecia medieval configuraron un apartado determinante en el conjunto de los “Secretos de Estado” a preservar por la pujante República? ¿Qué estrategias de inteligencia y contrainteligencia fueron desarrolladas para hacer de este sector clave en la economía e influencia internacional de la República Veneciana un factor competitivo en una época tan pretérita como el siglo XIII y XIV?

El tema vuelve a ponerlo de actualidad mi querido y admirado Rafael Fraguas. De hecho, en el diario El País del día 17 de septiembre de 2011 refiere el hallazgo de los restos de la Fábrica de Porcelana de Carlos III, la célebre factoría regia madrileña, fundada hacia 1780 cerca del Retiro y destruida por los ingleses entre 1812 y 1813. Ahora se han descubierto numerosos vestigios cerca del Colegio de nuestra Señora del Pilar. Entonces, como en la época que estudia Eduardo en su tesis: “algunos historiadores creían que los desechos de porcelana de la instalación regia madrileña se guardaban únicamente en el perímetro de la fábrica, dada la condición de secreto de Estado que la fórmula de la porcelana poseía, dictado por la Corona de España para impedir el incipiente espionaje industrial de otras potencias europeas como, precisamente, Francia e Inglaterra”.

Se centra la tesis, por tanto, en un espacio (Venecia y especialmente su isla más conocida, Murano) y en un tiempo: siglos XIII al XV. De nuevo, Venecia y sus misterios, Venecia y su impronta en la gestión eficaz y determinante de la información secreta por un estado cuyo modelo e inspiración ha perdurado en el tiempo y en el imaginario colectivo. Venecia y su ejemplo en la historia de la diplomacia secreta tal y como señalaron hace décadas Fernand Braudel en su colosal Historia del Mediterráneo o Garret Mattingly en su Historia de la Diplomacia, remarcando que el establecimiento de legaciones permanentes por la República de Venecia en el siglo XV, así como el registro detallado de las misiones de los embajadores venecianos en las famosas Relationes fueron características definitorias del comienzo de la Diplomacia Moderna. La tesis de Eduardo me permitirá, además, recuperar y contrastar algunas de las ideas y reflexiones que volqué en aquellos Archivos del Espionaje..., libro ya veterano en el que hablaba de todas estas cuestiones y de alguna más.

La ciudad, con su organización político institucional bajo el sagaz control de la Signoría, la había estudiado, a su vez, Julius Norwich en su magnífica Historia de Venecia, un libro de lectura obligada en este caso.
Por sus canales, puentes y rincones la información fluye. En los mentideros próximos al Puente Rialto se habla, se recogen mensajes, se cierran entregas. Los mecanismos de control de la información al servicio del Estado están perfectamente engrasados: desde los buzones de denuncias anónimas desplegados por la ciudad hasta la adquisición de noticias abiertas procedentes de otro estado, muy pequeño en extensión pero clave en la historia del suministro de fuentes abiertas de información desde época medieval: Ragusa (Dubrovnic). Mientras, la información no sólo hay que obtenerla sino comunicarla con presteza: todo está planificado y a tal fin se creará la Compagnia dei corrieri della Serenissima Signoria, un sistema avanzado en la red de comunicación postal bajo control de la Signoría Veneciana.

Esos mismos escenarios, pintados repetidamente por Tintoretto o Canaletto, también le sirvieron a Peter Burke en su extraordinaria Historia social del Conocimiento para subrayar la pujanza de Venecia en un comercio cada vez más creciente como fue el de la información y el secreto, hasta configurar una suerte de nodos de una red. Nodos de las ciudades vinculadas a la información competitiva: Amsterdam, Roma, Londres, Madrid, París:

Roma había rivalizado durante mucho tiempo con Venecia como centro de información. En primer lugar, el Vaticano era el cuartel general del mundo católico, el centro donde presentaban sus credenciales embajadores de Japón, Etiopía y Tibet, así como de los países europeos y donde enviaban regularmente sus informes los nuncios, embajadores del Papa. En segundo lugar, Roma era el cuartel general de las órdenes misioneras, como los dominicos, los fransicanos y sobre todo los jesuitas. Estos últimos adoptaron el sistema de informar regularmente por medio de las “cartas anuales” que todas sus casas y colegios alrededor del mundo tenían que enviar al general en Roma.[1]

Pero si uno desciende al mundo del espionaje, el contraespionaje y la gestión avanzada de información al servicio del estado, es imprescindible retomar los trabajos de Paolo Preto y Giovanni Comisso por una parte y, sobre todo, los de mi querido amigo y colega en la Universidad de Londres, Filippo de Vivo, cuyo conocimiento sobre los archivos de la Signoría y las estrategias de explotación y aprovechamiento de la información secreta para consolidar el poder veneciano en el mundo resultan simplemente magistrales. Su Information and Communication in Venice: Rethinking Early Modern Politics del año 2007 resulta imprescindible.

Finalmente, es esta Venecia, además, la ciudad por la que discurre la acción del último Alatriste. Aunque ambientada tres siglos después al contexto cronológico de la tesis de Eduardo, la Venecia de El puente de los asesinos sigue evocando misterio y atracción. Una Venecia inquietante, intrigante y poderosa. De conjuras y rumores, firme, acechada y acechante. La casualidad ha querido que coincidan prácticamente en el tiempo la defensa de esta tesis y la presentación de la última novela de Arturo Pérez Reverte. La protección de sus secretos políticos y económicos, la defensa de sus innovaciones industriales en la fabricación y mejora de los materiales y técnicas de fabricación del vidrio en los mercados internacionales unido a una relevancia incuestionable en el tablero de las potencias internacionales corrieron paralelos a un factor clave: la información y el secreto al servicio de todo ello. Otros estados, expertos en técnicas y productos diferentes, como la potente industria sueca de fabricación de cañones durante el siglo XVII y XVIII serán capítulos fundamentales y ejemplos para una historia europea de la inteligencia económica. No en vano, la dimensión internacional del conocimiento en torno a la fabricación del vidrio es uno de los aciertos de esta tesis al señalar que: “la lucha desatada por el control y dominio del monopolio del negocio del vidrio iniciada a mediados del siglo XIII implicó durante más de cuatro siglos a los centros productores de Venecia, Altare, Francia, Países Bajos, Inglaterra, Alemania y las Coronas de Aragón y Castilla en la Península Ibérica”.






Venecia y su esplendor: el éxito de una potencia que hizo de la información secreta un activo estratégico insuperable. Vittore Carpaccio, La partida de los embajadores, 1495. Venecia, Galerías de la Academia.




A Eduardo le diré el lunes que me ha gustado mucho su tesis. Que los resultados que alcanza permiten hacer avanzar la historia de la información secreta desde una perspectiva enormemente atractiva, novedosa y carente de forma clamorosa de estudios similares: Edad Media, Inteligencia y secretos industriales relacionados con la fabricación del vidrio, que nos recuerdan a otros secretos, a otros tesoros celosamente guardados como fue el caso de la obtención del color púrpura a lo largo de la Edad Media, ese Rojo perfecto del que escribió Amy Butler.

En suma: estamos ante un importante avance en la historia de la inteligencia económica, en el contexto de una ciudad sinónimo de información y secreto, en una época todavía poco estudiada como es la Edad Media en materia de historia del espionaje y mucho menos en inteligencia económica: un momento feliz de avance científico en España.

Diego NavarroB.



[1] Peter Burke, Historia social del conocimiento: de Gutenberg a Diderot, Barcelona; Buenos Aires; México, Paidós, 2002, pp. 89-91.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Vuelta a clase: apuntes sobre un clásico en la 3ª edición del Máster en Analista de Inteligencia



Septiembre es siempre un mes que tiene una capacidad de evocación sensorial muy particular: fin del verano, comienzo de las tareas cotidianas, calor en suave retirada, preludio de otoño y lluvia tras los cristales. Se diría que tiene color, olor y sabor propios. Coincide esta apreciación sinestésica con una cita fundamental en nuestra agenda de Estudios en Inteligencia en España. Esta semana daremos comienzo a la tercera edición del Máster en Analista de Inteligencia, consolidando así un proyecto iniciado hace más de cuatro años cuando desarrollamos la planificación de contenidos, asignaturas, profesorado y logística. Si normalmente es complejo acometer una tarea así en el seno de una única universidad, podemos imaginar todo el esfuerzo duplicado al tratarse de un Máster Interuniversitario, ofertado de manera integrada por la Universidad Carlos III de Madrid y la Universidad Rey Juan Carlos. 
 
El fundamento para abordar una empresa de este calado dentro de la universidad española lo veníamos estudiando, en realidad, desde mucho antes: dotar de naturaleza científica y académica los estudios en inteligencia. Y, más concretamente, la necesidad de oficializar desde la universidad pública española una formación especializada en análisis de inteligencia que configurase perfiles profesionales altamente cualificados. Después de ver tituladas a dos promociones de alumnos formados en nuestras aulas, de compartir la satisfacción por ver los avances y verificar la alta demanda de este proyecto con un lleno por tercer año consecutivo, septiembre me parece el momento propicio para compartir algunas ideas y reflexiones que vienen a continuación.

Una de las tareas fundamentales en los primeros compases del curso va a consistir en la presentación, revisión y estudio de la doctrina, las fuentes y la bibliografía imprescindible y recomendable para afrontar el estudio de las materias desplegadas en los siete módulos. Conocer las obras de referencia en un área de conocimiento (bibliografías, glosarios, diccionarios, enciclopedias, etc.) se torna una tarea imprescindible para cualquier especialista. A continuación, habrá que subrayar el interés que manuales y tratados en materia de inteligencia ofrecen para determinar el necesario avance científico en materia de inteligencia, incorporando las bases de la doctrina histórica: en suma, avanzar hacia el futuro incorporando y procesando los logros (y también los errores) del pasado.

Traigo a colación estas ideas como consecuencia de la revisión que hago ahora de una obra considerada durante décadas como fundamental y, hasta me atrevería a decir, fundacional de un modo de entender la inteligencia y las relaciones de poder dentro de la seguridad y la defensa nacional. En suma, es mi personal presentación “bibliográfica” ofrecida a los lectores y, especialmente, a los nuevos alumnos de nuestro Máster, para que comiencen a crear su propio archivo de lecturas y fundamentos. Bien, tomemos nota.


 
Manchester. 10 de mayo 2000. Los agentes de la policía británica que acaban de entrar en el inmueble han tenido que emplearse a fondo para localizar el ordenador. Finalmente, ha aparecido. De manera eficiente y rápida han introducido el equipo en una caja precintada y han podido rellenar la etiqueta descriptiva preceptiva en estos casos: datos del objeto, lugar y fecha, código asignado. Han cerrado la puerta y se han marchado en los vehículos oficiales. Horas después, cuando los criptoanalistas han desentrañado la cifra empleada para su protección y el contenido ha empezado a ser traducido por el grupo de expertos en lenguas arábigas, han saltado las alarmas. Ese fichero empieza a arrojar resultados que superan la mera acumulación de simples registros, listas, datos o instrucciones. Páginas y páginas, hasta ¡5000! Esto obliga a los expertos a permanecer durante días frente a las pantallas, anotando, describiendo, analizando. 

A diferencia de lo que ha sido habitual en los últimos registros policiales, esta célula islamista tenía en su poder un completo manual que ha permitido entender a las fuerzas antiterroristas mucho de la doctrina, fundamentos y orientaciones para convertirse en un Perfecto Yihadista. El documento, considerado un clásico y una pieza de enorme valor para los expertos en inteligencia desde entonces lo había custodiado Nazih Al Wadih Raghie, miembro de Al Qaeda en Reino Unido.


Hace once años de aquello. Y algunas consideraciones, ahora que se asiste a las conmemoraciones del décimo aniversario de los atentados del 11-S con sus revisiones y replanteamientos sobre lo que se ha avanzado desde entonces, siguen vigentes. Pero la lectura atenta de este “Manual” continúa ofreciendo datos de enorme interés para comprender las motivaciones y la doctrina que, en materia de inteligencia, manejaban los propios terroristas. Avanzando página a página me di de bruces con una referencia de enorme significación. Para configurar su propio esquema de inteligencia, los yihadistas acudían a las obras de referencia de la inteligencia occidental y, más concretamente, leían y comentaban títulos considerados clásicos en la materia. Fue ahí donde apareció el nombre de Allan Dulles, director de la CIA y autor del libro que a continuación comento.



Allen DULLES The Craft of Intelligence, N. York; Evanston; London, Harper & Row, 1963, 277 páginas.


 Tengo muy vivo el recuerdo del día y las circunstancias en que adquirí este libro. Fue en octubre del año 2003 y el precio sigue pareciéndome una de esas felices ocasiones en que la fortuna sale a tu encuentro. Me encontraba desarrollando una estancia de investigación en la prestigiosa School of Information de la University of Michigan. Como todos los lunes, acudí a la Benzinger Library animado por el mercado de libros de muchas manos que la biblioteca ponía a disposición de quien quisiera desembolsar un par de dólares por cada título. Ejemplares descatalogados, quitados de la circulación, apenas consultados en años de existencia, acababan así, de una manera modélica, a disposición de quien los acogiese: no había sitio para ellos y el que ocupaban resultaba ser un bien demasiado precioso para desaprovecharlo. Sus huecos serían ocupados por nuevas adquisiciones. Cuando leí en el lomo del libro la palabra Intelligence pensé primero en otra obra de psicología pero inmediatamente me percaté de la pequeña joya que tenía en mis manos: una edición original del clásico de Allen Dulles y durante décadas, libro de cabecera para comprender qué era la inteligencia, sus estructuras, funciones y fundamentos en el momento crítico del enfrentamiento bipolar. En suma, un producto típico de la doctrina de inteligencia inherente a la Guerra Fría.



 Aspecto exterior de la School of Information, University of Michigan (Octubre de 2003). En la biblioteca de esta Universidad me topé con el legendario Dulles y su libro.


El contexto cronológico en el que nace toda obra resulta fundamental para comprender las motivaciones y circunstancias que le acompañan y definen. Siendo esto cierto con cualquier caso, en el libro de Allan Dulles este axioma se multiplica exponencialmente Porque pocos libros como éste han marcado con tanta intensidad la doctrina sobre inteligencia y han definido un período clave en la historia de la inteligencia como fue la Guerra Fría. Hasta que, décadas después, las referencias al libro de Dulles permiten concluir que esta obra fue leída y estudiada como obra de consulta por los islamistas radicales de Reino Unido en un registro policial.

Pero hagamos un poco de memoria. El presidente Roosevelt afrontaba el segundo año de la Segunda Guerra Mundial. Para hacer de la inteligencia una actividad sistemática y organizada con criterios de eficacia, eficiencia y profesionalidad llamó al coronel Donovan. Él iba a ser la persona elegida por orden presidencial para darle forma y andamiaje normativo a un nuevo organismo de inteligencia: nacía la OSS, la Oficina de Servicios Estratégicos, precursora de la CIA cuya historia llevada al cine bajo el título de El buen pastor ofreció un retrato fiel de aquellos años. Cuya historia, la de la CIA, fue abordada por Tim Weiner en su Legado de Cenizas, un libro de enorme repercusión internacional que no fue inmune a aplausos y críticas. Fue Donovan quien, a su vez, llamó a un joven Allen Dulles para unirse a la organización en la que permaneció hasta el final de la guerra. De él, dijo Dulles, que fue el “padre de la moderna inteligencia estadounidense”.

A partir de ese momento, Dulles, un brillante jurista nacido en el seno de una familia acomodada y con buenos nexos en los pasillos de Washington, intervendrá activamente en el bienio 1945-1947 aportando un sólido conocimiento jurídico y técnico para la creación del armazón legislativo que daría fundamento y consistencia legal a la CIA: había nacido la Agencia. Muchos de los datos necesarios para hacerse una idea cabal de esta figura señera de la historia contemporánea de la inteligencia occidental pueden rastrearse en varias biografías, como la de James Srodes[1], Peter Grose[2] así como en la obra colectiva coordinada por Neal H. Petersen[3]. Su porte aristocrático con su inseparable pipa así como su condición de descendiente de varios secretarios de estado de su país fueron solamente dos de las características externas de un hombre completamente involucrado en los prolegómenos de la creación de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos. Fue el primer director civil de la CIA y trabajó en la administración de cuatro presidentes: Roosevelt, Truman, Eisenhower  y Kennedy.

El principal éxito de Dulles durante la Segunda Guerra Mundial como oficial de inteligencia destinado en Suiza fue captar al diplomático alemán Fritz Kolbe, quien le suministró valiosos informes sobre las redes de inteligencia alemanas así como detallados planos del primer avión a reacción del mundo: el inigualable  Messerschmitt Me 262. Posteriormente, los años 50 y 60 convierten a Dulles en ideólogo e impulsor de numerosas operaciones, muchas de ellas controvertidas, para derrocar regímenes desafectos a los intereses americanos (Irán, Congo y la eliminación de Patricio Lumumba, Guatemala, etc.), incluyendo la fallida invasión cubana en Bahía de Cochinos.

Subyace en toda la obra el interés por destacar una continuidad temporal, por establecer unas raíces o una identidad estadounidense de la inteligencia en Estados Unidos como línea temporal unitaria. Es el contenido del capítulo 3: “The evolution of American Intelligence”. La principal contribución del libro de Dulles es la sistematización del trabajo de inteligencia, prefigurando con precisión el fundamento del ciclo de inteligencia y la completa expresión de sus fases que Sherman Kent había explicitado años antes en su también imprescindible Strategic Intelligence for American World Policy, Princeton University Press, 1949.

Eso sí, no será hasta el capítulo 7 “Planning and Guidance” cuando se explicite la primera de las fases: determinar objetivos, marcar prioridades, identificar requerimientos por el gobierno de los Estados Unidos y preparar las directivas: “The best planning and the best guidance cannot, of course, foresee everything. No intelligence service and no intelligence officer rules out the possibility of the random and unexpected and often inexplicable windfall”. 

El capítulo 4: “The Intelligence requirements of a free society” incide en el contexto y la situación de una América presentada como una nación asediada por la Unión Soviética y por China con sus estrategias de desgaste por todo el mundo, basadas en la subversión, el sabotaje y la inoculación masiva y mundial del ideario comunista. Ese archienemigo fue detallado en el capítulo 8 “The main opponent”, donde a lo largo de casi cuarenta páginas se estudian las características, evolución y funcionamiento de los servicios de inteligencia de la Unión Soviética.

En nuestros días, la consideración del factor inteligencia como capacidad preventiva de primer orden en la lucha contra el terrorismo es un argumento en absoluto original. La lectura del siguiente párrafo demuestra la valoración dada a las capacidades de inteligencia dentro de las herramientas y estrategias de anticipación y conocimiento aplicado. Y aún más, sorprende la reflexión siguiente sobre la necesidad de hacer de la inteligencia un ámbito conocido, una fuerza no escondida en las entretelas del secreto a ultranza, sino ofrecida como músculo de la potencia estadounidense frente a la amenaza comunista internacional y, por supuesto, no considerarla como un tema tabú o del que es mejor no hablar.

La división del ciclo de inteligencia en fases idealmente articuladas, pone el acento en la fase de obtención y en la clasificación de fuentes de información a lo largo del capítulo 5: “The task of collection”. Existe ya entonces una clara conciencia del valor de las fuentes abiertas de información (OSINT) que se combinan sinérgicamente con las fuentes clandestinas, especialmente HUMINT con sus particulares técnicas de infiltración, influencia, captación y coordinación de redes de agentes. La contraposición entre HUMINT y SIGINT ocupa el capítulo siguiente en el que se abre una interesantísima reflexión sobre el papel de la técnica, de la creciente automatización y tecnologías aplicadas a la elaboración de inteligencia durante aquellos años sesenta. En “Collection: when the machine takes over”, Dulles preludia de manera inequívoca la situación que los avances tecnológicos van a provocar en unos años, creando fricciones entre las capacidades tradicionalmente asignadas a la inteligencia humana y las derivadas de una creciente tecnología SIGINT. 


En este proceso imparable de automatización y procesamiento de la información, se vislumbra asimismo el inicio de una profunda carrera por la aplicación de capacidades tecnológicas que marcará treinta años después a la sociedad de la información. En el caso de las agencias de inteligencia, la tecnología más avanzada no podría sustituir las capacidades humanas, argumento que sigue manteniendo su vigencia en nuestros días: “We are under no illusions that these machines improve the nature of the information. This will always depend on the reliability of the source and the skill of the analyst. What machines can do, however, is recover quickly and accurately from the enormous storehouse of accumulated information such past data as are necessary for evaluating current information”.

Si el asunto central era determinar cómo la inteligencia es efectiva y realmente utilizada, es decir, cómo el listado de receptores de productos de inteligencia final (intelligence briefs, bulletins, etc.) incorporaban el resultado de las agencias de inteligencia en sus procesos decisionales, el capítulo 12 “How intelligence is put to use” ofrece no pocas respuestas. En él, Allen Dulles incluye un estudio detallado del papel de los niveles de recepción de inteligencia, incluyendo asimismo las funciones de cooperación y coordinación entre agencias con sus respectivos oficiales de enlace, aspectos que alcanzarán una dramática revisión como consecuencia de los fallos estructurales de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos después del 11-S. Ahora bien, ¿cómo hacer el trabajo y, especialmente, quién debe llevarlo a cabo? ¿Cuáles son los requisitos, las características y los fundamentos del perfil del profesional de la inteligencia? ¿Qué enseñanzas, del conjunto de experiencia acumulada inmutable a lo largo de las décadas puede aportar este capítulo a la hora de comprender las capacidades de los actuales analistas y expertos en materia de inteligencia? Ese “man on the job” que se estudia en el capítulo 13 afronta cuestiones de enorme trascendencia en aquel momento que seguirían siéndolo hasta superar nuestros días: composición civil/militar de expertos en agencias de inteligencia, principios de selección y reclutamiento así como las cualidades exigidas y exigibles a un buen oficial de inteligencia. Una especie de código de conducta y guía de habilidades, competencias y aptitudes exigibles:

Be perceptive about people; be able to work well with others under difficult conditions; learn to discern between fact and fiction; be able to distinguish between essentials and non-essentials; possess inquisitiveness; have a large amount of ingenuity; pay appropriate attention to detail; be able to express ideas clearly, briefly and, very important, interestingly; learn when to keep your mouth shut. I would add to this list certain other qualifications, desirable in a good intelligence officer, which have less to do with working ability than with attitudes and motives. A good intelligence officer must have an understanding for other points of view, other ways of thinking and behaving, even if they are quite foreign to his own. Rigidity and closed-mindedness are qualities that do not spell a good future in intelligence.


Creo, para concluir, que no son pocas las lecciones incluidas en esta obra clásica perfectamente aprovechables. Muchas quedaron atrás, al pie de un muro que dividió el mundo en dos esferas de influencia. Dos mundos en cuyas sombras se cimentaron los fundamentos de la inteligencia contemporánea. Sin embargo, el trabajo nuclear y los principios mantienen, en gran medida, su vigencia y actualidad. A partir de mañana, en el aula, veremos hasta qué punto.


Diego NavarroB


[1] James Srodes, Allen Dulles: master of spies, Washington, Regnery, 1999.
[2] Peter Grose, Gentleman Spy: the life of Allan Dulles, André Deutsch, 2006.
[3] Neal H. Petersen (ed.), From Hitler´s Doorstep: The Wartime Intelligence Reports of Allen Dulles, 1942-1945, Pennsylvania State University Press, 1996.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Observación, exploración, innovación: capacidades imperecederas de inteligencia



En materia de inteligencia, ¿sabemos observar? ¿Se puede educar en observación y reconocimiento de un hecho? ¿Existe método para ello? En mi anterior libro Espías: Tres mil años de información y secreto, reservé un capítulo dedicado a los "pioneros, exploradores, indígenes e ingenieros" (pp. 208-221). Allí dejé escrito que:

“El reconocimiento de las zonas de combate en tiempo de guerra o del contorno geográfico de regiones remotas en misiones de exploración científica y comercial así como la observación avanzada de patrullas fueron tradicionalmente excelentes y habituales medios de obtención de información sobre la situación del enemigo, la composición de las fuerzas, las condiciones meteorológicas o las características del terreno desconocido. Los medios de observación, bien fuesen terrestres (caballería, infantería, “espías perdidas”, etc.), navales (navíos ligeros adaptados para cubrir con velocidad grandes áreas marítimas) o aéreos (globos aerostáticos, aviones provistos de cámaras fotográficas, satélites y aviones no tripulados en la actualidad) hicieron posible la aplicación inmediata de los adelantos técnicos al desarrollo de la guerra. Sin embargo, el reconocimiento de las líneas avanzadas del enemigo y la composición de la vanguardia no eran suficientes por sí solas, sino que la necesidad de conocer se extendía a un entorno más vigilado y complejo de penetrar como era la retaguardia, allí donde el espía asumía riesgos enormes y donde su actuación se hacía más relevante”.

Aunque aluda a ello, no me interesa tanto destacar aquí el concepto de exploración en su vertiente militar e histórica, como en la habilidad que un buen analista debe desarrollar para adentrarse en terrenos que pueden acabar convirtiéndose en riesgos pero también en magníficas y desconocidas opciones para consolidar y ampliar la ventaja competitiva de la organización a la que pertenece. En uno y en otro extremo, la inteligencia avanzada contribuirá a despejar la incertidumbre. De ahí que considere pertinente recuperar conceptos tan próximos al trabajo de inteligencia como el de observación, pensamiento crítico, alerta, vigilancia, prospectiva, identificación de cambios en el entorno, comprensión del contexto y vincularlos al de exploración y el reconocimiento de oportunidades dentro de una concepción más amplia que yo denomino I2c (inteligencia + innovación + creatividad).

El resultado es una consistente integración de capacidades con enorme potencial de aplicación, en la que un perfil altamente cualificado como es el analista de inteligencia, con sus aptitudes, competencias y destrezas previas, amplía su valor profesional al desarrollar habilidades innovadoras y de exploración de nuevos entornos propicios para contribuir de forma sistemática a que se cumplan los objetivos de su organización. De ahí que también considere oportuna la definición del perfil de analista de inteligencia en su dimensión de explorador avanzado y observador crítico cualificado de la realidad que le rodea.

Un explorador activo desarrolla una agilidad, una predisposición y una actitud proclive a adentrarse en terrenos aparentemente hostiles con fines de mejora continua. Destinar recursos a abrir caminos, a explorar líneas de trabajo poco transitadas y oportunidades de negocio implica ser dinámicos en el reconocimiento del entorno: en suma, el primer paso para ser competitivo. No en vano, se trata de aprovechar los fundamentos del perfil de analista de inteligencia pero sin perder de vista la necesidad de reconfigurar algunas de sus capacidades al amparo de los cambios continuos en el contexto en el que actúa y, claro, sin obviar las propuestas para mejorar el resultado del análisis de inteligencia.


¿Sabemos observar? ¿Y explorar?


Lo han expresado con total acierto Javier Jordán desde el GESYP en un texto que considero de lectura imprescindible “Introducción al análisis de Inteligencia. 2.1: Examinar la información disponible con una mente innovadora y abierta”. Y también José María Blanco quien, desde su blog, aviva continuamente la reflexión y el pensamiento (“pensar es gratis, es un motor para la acción, es una forma de entretenerse…”). Con sus brillantes observaciones contribuye a perfilar aún más el trabajo de analista: “pensamiento crítico, creatividad, ausencia de miedo al cambio, influencia y persuasión”.


Tal vez la Historia, una vez más, ayude a comprender con ejemplos el valor de todo ello y a extraer las necesarias lecciones aprendidas de buenas y malas prácticas en materia de exploración, observación y reconocimiento. Durante siglos, el arma de caballería así como las misiones de reconocimiento y exploración avanzada en profundidad han suministrado información imprescindible para perfilar el contorno, la geografía y el contexto donde el enemigo tenía proyectado moverse. Una vez más, la clave se situaba en la hábil integración de todas esas informaciones combinadas con otros medios de obtención, fuesen abiertos o reservados.


El episodio del regreso de los espías de Canaán recogido en el Antiguo Testamento es una de las célebres referencias escritas al sagaz empleo de exploradores e informadores. El pintor Giovanni Lanfranco se hizo eco de esta historia y pintó un cuadro alusivo al mismo motivo hacia 1621 ó 1624. Recogía el pasaje en el que Moisés, por mandato divino, envió un espía a cada una de las 12 tribus para descubrir la situación real de las nuevas tierras en que podía asentarse el pueblo de Israel. Regresaron del desierto trayendo frutos, uvas, granadas e higos así como información de las características, bondades y limitaciones que observaron al explorar aquellos territorios. Exploración positiva y aplicada, en este caso para decidir la mejor y más próspera localización.


Y, de repente, mientras escribía esto, he recordado que el viejo y destrozado (por el uso) diccionario Vox de Latino-Español, Español-Latino (19ª ed., Barcelona, Bibliograf, oct. 1986) que tanto empleamos durante el bachillerato y el COU en las clases de Latín incorporaba unos dibujos aclaratorios de gran valor didáctico. Por aquel entonces no hacíamos ningún caso de ellos, bastante teníamos con aprender la dichosa concordatio temporum, el ablativo absoluto (quibus rebús confectis…) o la etérea quinta declinación. Pero, como un flash retrospectivo, he creído reconocer en mi archivo mental uno de aquellos gráficos explicativos, concretamente bajo la entrada miles, militis: soldado, ejército. Así que rápidamente he ido al estante a mirar. Ahí está. Pero lo más interesante ha sido perderme por sus páginas descubriendo otros vinculados hasta llegar al término exploratio y sus derivados. De nuevo, como tantas otras veces antes, la etimología de una palabra alumbra y despeja el camino de manera certera. Me ha sorprendido mucho ver la equivalencia del término asimilado tanto a “explorador” como a “espía” bajo la entrada Explorator-oris: "explorador, el que va de reconocimiento || Espía".




Automáticamente, el valor de la exploración como medio de inteligencia en los ejércitos de la Antigüedad me ha hecho también recordar la importancia de varias obras clave en la historia de la inteligencia en el mundo antiguo. Recomiendo en primer lugar el volumen que, bajo el explícito título de Exploratio: military and political intelligence in the roman world from the Second Punic War to the battle of Adrianople, publicó en 1998 Norman Austin. 

Paralelamente, se debe añadir el trabajo clásico de F. Dvornik (Origins of Intelligence Services: The Ancient Near East, Persia, Greece, Rome, Byzantium, the Arab Muslim Empires, The Mongol Empire, China, Moscovy, New Brunswick (NJ), Rutgers University Press, 1974.) y, especialmente, los de Rose Mary Sheldon con su repertorio bibliográfico sobre la materia como obra de referencia y consulta obligada para cualquier investigador que se acerque a este apasionante mundo: Espionage in the Ancient World: An annotated Bibliography of Books and Articles in Western Languages, prol. Thomas Durrell-Young, McFarland, 2008).

De hecho, no pueden entenderse las manifestaciones concretas de la exploración en el seno de los ejércitos del imperio romano sin las señeras contribuciones de la propia Sheldon, coronel de la Milicia de Virginia y directora del departamento de Historia Militar del prestigioso del prestigioso VMI (Virginia Military Institute). Libros suyos como Intelligence Activities in Ancient Rome (2007), el reciente Rome´s Wars in Parthia: Blood in the Sand (2010) o el de próxima aparición (nov. 2011) sobre el concepto de emboscada y ataque por sorpresa en el mundo militar griego (Ambush: Surprise attack in Ancient Greek Warfare) recopilan los resultados de muchos años de investigación en materia de inteligencia en la Antigüedad. Hace unos años tuve el placer de conocerle cuando aceptó mi invitación como ponente en el ya veterano seminario que organicé bajo el título: Guerra, espías e inteligencia en la Historia: ¿Un factor decisivo para la victoria? (Leganés, 15-16 oct. 2007).

Al mismo tiempo, para comprender con más detalle las diferencias terminológicas entre todos aquellos que durante siglos se ocuparon de ir, observar y traer noticias de manera secreta, se hace imprescindible la consulta de una obra como la de Tomaso Garzoni (Piazza Universale di tutte le professioni del mondo, Venecia, Pietro Maria Bertano, 1638) en cuyo interior se distinguió con precisión, al menos, cuatro especialistas en en la obtención y suministro de información según se tratase de tropas de reconocimiento de corta distancia (procursatores), exploradores de larga distancia (exploratores), espías propiamente dichos que actuaban en el interior de un territorio hostil (speculatores) o informadores y confidentes locales (indices). Exploradores, confidentes, agentes secretos, referendarios, emisarios y delatores fueron todos asimilados al trabajo de espía: “El nombre de espía significa particularmente aquella suerte de persona que va secretamente por los ejércitos, dentro de la ciudad, explorando los hechos del enemigo para informar de ellos al suyo propio”. Mientras, en el ejemplar que consulté en la Staatsbibliothek de Berlín del opúsculo de F.W. Bruckner titulado Disputatio inauguralis iuridica de Exploratoribus, von Spionen…, Frankfurt; Lipsiae, 1746, se incluían los siguientes términos incluidos en el mismo campo semántico para referirse al espía:

“Observatoris, insidiatoris, speculatoris, corycaei, emisarii, clancularii sciscitantis, pernoctatoris, indagatoris, investigatoris, curiosi, stationarii, inquisitoris, delatoris, quadruplatoris, denunciatoris, renunciatoris, proditoris nomine seape etiam venit idem, quod exploratoris vocabulo”.


Todo aquel capítulo incluido en Espías y el fundamento de esta entrada (larga, me temo!) del DNBlog se refieren a la evolución en el tiempo de la exploración como medio de obtención de información muy precisa de un contexto geográfico que hubiera permanecido ignoto hasta la fecha. Los grandes comandantes militares de la Antigüedad utilizaron masivamente a los exploradores y oteadores avanzados para informarles de la situación del ejército contrario. Alejandro Magno lo puso en práctica con Darío; Escipión y Aníbal lo hacían mutuamente. La utilización integral de medios terrestres y navales para desarrollar tareas de observación y exploración fue habitual en campañas como las de Agrícola en Britania, donde, a tenor de lo expresado por Tácito en esa obra cumbre de la historiografía latina que son sus Anales, había ocasiones en que: “fue el primero en incluirla [la flota] en el plan general de operaciones; avanzaba ofreciendo un gran espectáculo, impulsando la guerra por tierra y por mar simultáneamente; con frecuencia se hallaban en los mismos campamentos el infante y el jinete junto con el soldado de marina compartiendo sus víveres y su alegría”.


Ver más y mejor, adentrarse, observar y regresar constituyen formas atemporales de llegar más lejos, más aprisa. Dos documentos excepcionales nos ayudarán a verificar esta idea. Son dos testimonios: uno en piedra, el otro en tela, que guardan formalmente muchas similitudes, aunque con diez siglos de diferencia. Los dos tratan de mostrar en una amplia secuencia gráfica la evolución diacrónica de un hecho específico. Un hecho de armas que explica la victoria y el cambio histórico que se derivó a continuación. En ambos casos una victoria sobre un territorio difícil, agreste y complejo: la rebelde provincia de Dacia (actual Rumanía y zonas de Bulgaria y Serbia) y las islas británicas. Me refiero por una parte a la Columna Trajana de Roma (siglo I d.C) y al Tapiz de Bayeux (siglo XI) verdaderos documentos universales y crónicas de épocas determinantes en la historia del Imperio Romano por una parte y de la Europa alto medieval por otra.


Si César, desde el año 58 hasta el 52 a.C., completó con éxito la campaña conocida como la Guerra de las Galias con el concurso determinante de las misiones de reconocimiento, observación e inteligencia, en Britania las cosas no se desarrollaron igual.  Dos años antes se había aventurado, no sin cierto apresuramiento y falta de planificación además de casi nula inteligencia previa, a lanzar el desembarco en las islas. Lo estudia bien uno de los mayores especialistas en las técnicas del ejército romano: Adrian Goldsworthy

Uno de los objetivos fundamentales de la invasión fue adquirir la mayor y más precisa información  sobre el territorio de Bretaña porque el conocimiento acumulado hasta el momento era escaso y de dudosa fiabilidad, generalmente procedente de mercaderes franceses capturados o bretones. Ni la información sobre las costas, ni sobre el mejor lugar para efectuar el desembarco ni tampoco el conocimiento de las condiciones meteorológicas fueron las más propicias para iniciar la operación. Debido al viento contrario, la caballería regresó al continente y fue así como también se perdió la magnífica capacidad de exploración que solían prestar los jinetes exploradores. Además, tampoco se había adquirido un conocimiento certero sobre los lugares de desembarco más resguardados y una tormenta le hizo perder buena parte de los barcos de transporte de tropas. Es decir, el desconocimiento de la situación a la que se enfrentaban y el fallo en la deducción de las cosas desconocidas a partir de las conocidas fue casi total. Finalmente, Britania no sería totalmente conquistada hasta el año 43 d.C. bajo el imperio de Claudio. No obstante, de todos aquellos errores aprendió César hasta pasar a la historia como uno de los mejores generales capaces de utilizar la información en la planificación estratégica, operacional y táctica.

Uno de los siguientes objetivos militares del Imperio se situó en el territorio de la actual Rumanía. El sometimiento a Roma de las tribus de Dacia, con el caudillo Decébalo a la cabeza (“Decébalo: el que vale por diez hombres”) se conmemoró con el magnífico conjunto de bajorelieves que es la Columna Trajana, situada en el foro de Trajano de Roma, en el Quirinal. Sus 130 metros de altura fueron concluidos el año 114. Cuando voy a Roma, rara es la vez que no fotografío partes de esta distribución helicoidal. En ella, son numerosas las alusiones a los sistemas de comunicación a distancia (torres ópticas), a la participación de espías e informadores así como al papel determinante de la caballería como medio de exploración y obtención de información rápida y puntual.


        
 
Columna de Trajano. Tropas de caballería y de infantería utilizadas como exploradores. Dos jinetes informan a Trajano. 



Si Britania se resistió por espacio de casi cien años, la invasión de las islas británicas fechada en 1066 alcanzó finalmente su objetivo. La conquista de Inglaterra por el normando Guillermo frente a las tropas sajonas del rey Harald se verificó en la legendaria batalla de Hastings, momento crucial de la historia alto medieval europea. El principal documento gráfico conmemorativo de la victoria sigue siendo el célebre tapiz de Bayeux, excepcional testimonio y fuente de información primiordial de los preparativos y el desarrollo de la invasión. En una de las 58 escenas de este lienzo bordado, se representa el momento en que el rey normando Guillermo “el Conquistador” recibe a un enviado secreto (legatus) que le transmite la información obtenida acerca de la situación de las tropas y el clima político que rodeaba al rey Harald. Mientras, las tropas de caballería, con sus cabalgadas continuas exploran y acumulan información del territorio sajón, reportando diariamente al preparado ejército normando.



Tapiz de Bayeux, año 1066. Un espía transmite a Guillermo la información sobre la composición y situación del ejército sajón del Rey Harald.


Dejo ya atrás los ejemplos históricos que podrían ser ampliados sin límite hasta nuestros días. Pero me sirven como punto de llegada para reivindicar la idea del comienzo: considero que la tan requerida innovación en el mundo de la empresa tiene mucho de capacidad de observación y de exploración de entornos aparentemente desconocidos. Lo entendieron bien los directivos de Saatchi & Saatchi, especialmente Kevin Roberts cuando desarrolló esta misma idea en torno a su concepto de X-Ploring Su exitosa campaña de publicidad de una conocida marca de cosméticos que deseaba penetrar en el mercado saudí obligó a planificar y llevar a cabo una profunda campaña de observación, reconocimiento y exploración de las características sociales, estéticas, religiosas del universo femenino en el país musulmán. Apenas se tenían datos fidedignos de esa realidad. Para paliar esta carencia de inteligencia se envió a un equipo de trabajo durante meses (x-plorers) sobre el terreno, que actuaron no sólo como recopiladores de información sino como analistas de una situación y, singularmente, como identificadores de tendencias Se trataba, en última instancia, de verificar el clásico de Sandy Thompson:

¡¡Si quieres saber cómo cazan los leones no vayas al zoo, ve a la jungla!!



Diego NavarroB.